Redacto este mensaje con prisa y de madrugada. Mentiría si no siento que, a 4 de marzo de 2020, mi empleo corre riesgo real de extinción. De hecho, sería de iluso descartar la posibilidad de una despedida anticipada. Y como rechazo el ideal de que todo o algo quede en órbita desconocida, comentaré lo vivido en mi primer año -y quizás último- como entrenador de la Unión Deportiva Las Palmas.
Aterricé en Gran Canaria ilusionado por formar parte del plantel de un equipo histórico. Y hablando de históricos, si no recuerdo mal, mi primer encuentro oficial al mando fue contra el Real Club Deportivo de la Coruña. Ganamos, sí. Además fuera de casa. Bastó un partido para convencer a una afición desgastada, pero también esperanzada por escalar, otra vez, hasta los “Play-Off de Ascenso”. Lo notaba. Y aproveché, al término del encuentro, para reforzar el ambiente y prometer públicamente que iba a trabajar hasta la última gotera. Quería que viesen lo que cualquier aficionado merece ver: un club comprometido y profesional. Luché con una plantilla confeccionada con otras medidas; aposté por la filosofía de “partido a partido”; plasmé mi intencionalidad de dar protagonismo a la cantera. Desgraciadamente no se consiguió el ambicioso objetivo de ascender. Tuve fallos y fallos, claro. La máxima responsabilidad, eso sí, la atribuí al que día a día prepara los encuentros. Es decir, al autor de este texto. No en balde, confié en levantar la situación y me quedé una temporada más. Todavía no era tarde.
La problemática llegó en verano. Se podían deducir mis descartes y, tanto el máximum accionista como la dirección técnica, conocían de primera mano mis intenciones: primero dar salida y luego, con toda la calma del mundo, fichar con cabeza. Notaba, no obstante, que las caras de los “jefes” parecían recién sacadas de las invenciones de Stanley Kubrick. Renovar fichas iba a ser un largo proceso, o eso parecía. Con el transcurso de los meses, aparte de lucir Ciudad Deportiva, presumieron de gestión. De mala gestión. El “Fair-Play financiero” carcomió los restos del año pasado y dificultaron mi, por aquel entonces, labor. Lloré y trabajé en silencio. Y otra vez volví a llorar, a pesar de que la culpa -al menos en este caso- tenía poco que ver conmigo. Salieron, para más desgracia, jugadores profesionales que demostraron su amor por los colores “Pío-Pío”. Y eso que ni eran canarios, ni estaban completamente de acuerdo con cada una de las opiniones de las altas esferas. Todavía no era tarde, repetí.
Pedro González López y Jonathan Viera, esa asociación, resume la versión amarilla e imbatible de la 2019-2020. Juntos cumplieron de forma brillante sus respectivas tareas, disfrutaron e hicieron disfrutar al espectador, levantaron los ánimos de la “Casa Amarilla”, desquiciaron a los rivales… Aportaron aire fresco y, sobre todo, de raíces insulares. Cero partidos perdidos con la dupla canaria al 100% de sus capacidades, que se dice pronto. La antítesis perfecta, porque la realidad sin ellos -sobre todo sin el segundo futbolista- fue y es otra. Muy dispar, además. No hay más que detenerse en los números, de resultados y de lesionados, y ponerse de fondo la canción más triste de Spotify. Ese ciertamente es mi día a día: confeccionar una plantilla competitiva con lo que haya disponible. El experimentar con nuevos sistemas de juego, el reconvertir profesionales horas antes de la fecha liguera, el contar con descartados ante la ausencia de los indiscutibles. Suena triste, y en la práctica lo es aún con mayor intensidad. Y de momento, nada de esto parece amainar. Un año después no aparenta ser el caso.
Una Casa con Goteras de Santiago Lorén (1953) resume, sólo con las cuatro palabras iniciales, los más de 365 días de Pepe Mel como míster amarillo. Sería injusto -diría injustísimo, en tono superlativo- pasar por alto esas adversidades diarias y no valorar la clase de "dosis de profesionalidad” que el técnico y escritor madrileño ha impartido, durante su corta estancia, a todos los trabajadores de la institución canaria. Su perseverante tarea, su paciencia y su ambición por encontrar oro donde no habitúa ni el cuarzo blanco lo han completamente descrito como “idóneo” para los intereses deportivos de la Unión Deportiva Las Palmas. Asimismo, es evidente -y cabe subrayarlo- que también ha cometido desatinos en su breve etapa: la total confianza en ciertos “profesionales”, o el admitir que no ve una potable dinámica de equipo cuando 2020 sigue resistiéndose son algunos ejemplos que han sentado regular. Bastante regular, diría. Pero en términos generales, y situando sus aciertos y errores en una balanza, su primer año ha dejado más luces que sombras en la Unión Deportiva Las Palmas. En lo que queda de ella, me refiero.
1 Comentarios
Absolutamente espectacular y has dado en la Diana y en la clave de lo que está pasando Andrew. Me ha encantado el artículo y me encanta Pepe Mel como entrenador. Es cierto que tiene y ha tenido fallos y a veces se cierra en sus ideas no dando buenos resultados pero en su gran mayoría ha acertado y me identifico con su propuesta y su idea. Muchísimas felicidades amigo de verdad. Eres un crack y tienes un futuro espectacular en la profesión de periodista. Gracias de verdad por decir ésto que casi ningún periodista de esta isla se atrevería. Un abrazo muy fuerte amigo
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